1975, un año de cambios, de oportunidades, de sueños que empiezan a tomar forma. En una pequeña tienda de la Calle Victorio, tres hombres compartían una visión: llenar de color la vida de las personas. Los hermanos Juan y Antonio Paredes, junto a su socio Antonio Belmonte, decidieron que era el momento de dar el paso y abrir su propio negocio. No sabían con certeza qué les deparaba el futuro, pero tenían claro algo: la pintura sería su forma de vida.
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ToggleTrabajo, compromiso y visión: los cimientos de nuestra historia
No había grandes almacenes ni campañas publicitarias, solo esfuerzo y una promesa firme: ofrecer la mejor pintura y el mejor asesoramiento. Desde el primer día, entendieron que vender pintura no era suficiente. Su objetivo era otro: ayudar a pintores, decoradores y profesionales del sector a encontrar las mejores soluciones, asesorarles en cada proyecto y convertirse en aliados en su trabajo diario.
Los días eran largos y exigentes, pero cada esfuerzo valía la pena. Sus primeros clientes no solo volvían, sino que recomendaban la tienda a compañeros y amigos. La confianza y la cercanía fueron las claves para que La Casa del Pintor empezara a crecer de manera natural.
La Calle Victorio: el punto de partida de un referente
Poco a poco, la tienda se convirtió en un lugar de referencia. Un nuevo espacio donde los profesionales compartían experiencias, resolver dudas y aprender sobre nuevas técnicas y productos.
Cada bote de pintura vendido era un compromiso con la calidad. Cada conversación con un cliente, una oportunidad para mejorar. La Casa del Pintor no tardó en ganarse un nombre en la región, y lo que empezó como un pequeño negocio pronto fue visto como un lugar imprescindible para quienes vivían del color y la decoración.
Crecimiento y consolidación: la llegada a Los Dolores
Quince años después, el negocio había evolucionado enormemente. La demanda crecía, los clientes eran más exigentes y el equipo necesitaba más espacio para seguir ofreciendo el mejor servicio. Así, en 1990, llegó el gran salto: la apertura de la central en Los Dolores de Murcia.
Esta nueva ubicación no era solo una tienda más grande, era el reflejo de un trabajo bien hecho. Un paso adelante que permitía a La Casa del Pintor ampliar su catálogo, incorporar nuevas marcas y tecnologías y atender con mayor profesionalidad a un sector en constante evolución. Ya no eran solo tres emprendedores con una visión, sino un equipo consolidado, listo para seguir creciendo.
Una historia de esfuerzo y pasión
Hoy, al mirar atrás, es imposible no sentir orgullo. Lo que comenzó como un pequeño negocio impulsado por la ilusión y el compromiso, se ha convertido en un referente en el mundo de la pintura. Pero hay algo que no ha cambiado: el trato cercano, la pasión por el trabajo bien hecho y el compromiso con cada persona que cruza la puerta.
Más de 50 años después, esta historia sigue escribiéndose con la misma dedicación del primer día. Porque La Casa del Pintor no solo vende pintura, ayuda a dar vida a proyectos, a transformar espacios y a llenar de color cada rincón.
Y esto… esto solo es el principio.